Sin explicación aparente, 1

Ya no es la muchacha espigada que cantaba saltando a la comba, la trenza deshaciéndose, una tarde amarilla y seca de agosto. Quedaron atrás los años limpios, esperanzados, en los que todo podía suceder y, por eso, merecía la pena adentrarse en la vida como si fuese una selva verde y brillante. Esplendorosa. Ya no es. 
Está en esa etapa grisácea en la que nada es lo que parece. Ni joven, ni vieja, la niñez sepultada entre las páginas amarillas de Las aventuras de Tom Sawyer y El rayo verde. Hace mucho que nadie vigila su ventana y hace siglos que no se entretiene mirando la calle, entre las cortinas y con la luz apagada. Será que la vida al final se le ha resuelto en minutos iguales, desfile de destacamento de hormigas negras. Uniforme, seria, rígida, con algún sobresalto saldado con víctimas y otros daños colaterales. Luego, vuelta a la fila ordenada, a continuar haciendo lo que se debe. 
Sin embargo, ella, como usted y como yo, tuvo momentos de gloria. Instantes que guarda en la memoria bien envueltos en papel de celofán crujiente. No los contempla con frecuencia, pues el aviso del dolor que anuncia su ausencia próxima (en cuanto vuelva a guardarlos, relucientes y limpios) la deja casi sin aliento. 

Hoy se le han levantado el alma y el pelo alborotados (que, a pesar de las modas y los pesares, sigue llevando largos. El pelo y el alma). Con el camisón blanco, la cabellera cana y la mirada aún turbia por el sueño se sienta ante la mesa de la cocina. Y se mira las manos, las manchas, las venas oliváceas. Se mira por dentro, Elvira. Y busca su rayo verde.

***** Elvira nos acompañará durante un tiempo. Ojalá que los lectores de este blog (los que conozco, los que no) no nos dejen solas. Un abrazo. *****

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Hay algo en esta Elvira que me atrae. Quizá esas manos... Voy a por la siguiente.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Espero que Elvira no te defraude... Gracias, amiga