Jilgueros y gentes

El jilguero, de Fabritius, es la metáfora
Sí, estoy terminando El jilguero. Sí, soy una lectora influenciable. Esto es, si la gente lee un libro como si no hubiese un mañana, yo voy y lo leo. Esto es, me gusta saber qué tiene una obra para que hordas de lectores la ensalcen. En esto influye el oficio, sí, pero no sólo. Años atrás cuando no era bibliotecaria ni cosa alguna que se pareciera, también me resultaba apetecible averiguar el porqué de las lecturas de mis congéneres. Si es que había fondo además de marketing y forma. Y oigan, de todo hay en la viña del Señor

Me quedan cuarenta páginas (o pantallas, lo estoy leyendo en digital) para finalizar la última novela de Donna Tartt. Esa que le ha costado más de diez años escribir, porque la autora se toma su tiempo... ya lo creo. De qué va pueden consultarlo en cualquiera de los cientos o miles (no los he contado) de webs, blogs, portales y revistas literarias que en este mundo y en el otro han sido.

Yo no me acordaba de Donna Tartt, lo confieso. No recordaba haber leído su primera novela, El secreto (no es extraño, si han pasado más de veinte años, con lo que le gusta a esta mujer recrearse en la historia de cada obra); pero cuando iba por la mitad de El jilguero (y son mil y pico páginas, no me digan si no es mérito. El suyo y el de los lectores.), busqué en la red a ver qué otras novelas había escrito y zas. El secreto

Aquella lectura me la proporcionó alguien a quien le he perdido completamente la pista. Verás, te gustará, me dijo. Y a mí, que me encanta que me recomienden y que me presten libros, pues lo leí con entusiasmo y con curiosidad. Muchas veces el que te recomienda un libro (casi siempre) te está diciendo mucho de sí mismo. Te lo descubre, sin darse cuenta. 

Apenas recuerdo los entresijos del argumento (las novelas de Tartt son algo dickensianas, pasan muchas cosas, muy tortuosas y los protagonistas tienen grandes conflictos internos y externos...) pero sí me acuerdo de la perturbación. Fue una obra que me perturbó. Y El jilguero, qué quieren, también me perturba. Aún no sé hacia dónde nos lleva Tartt, si a la destrucción o a la salvación. Si es que el final justifica los medios, si es que el mal y el bien existen o es el destino el que lo prefija todo (y qué más da lo que decidamos. Qué más da que nos portemos bien o seamos peores que Satán). De todo esto trata El jilguero, y de más, claro. Novela de iniciación, leo por ahí. Sí, al estilo de Lazarillo de Tormes, un Lázaro desquiciado y traumatizado del siglo XXI que tiene a su alcance más medios para corromper(se) que el infeliz mozo del ciego. 

He querido escribir este post antes de terminarlo, porque no sé qué cuerpo me va a dejar. Pero oigan, una cosa. Aquella persona tenía algo de extraño, de turbio. Que me prestase El secreto debió alertarme. 

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