La mejor de las vidas, de David de Juan Marcos


David de Juan no lo sabe, pero él y yo nos hemos encontrado más veces de las que intuye o recuerda. No lo sabe, no puede saberlo, porque imagino que habrá relegado al olvido un librito de 2003 editado por la Oficina de Información Juvenil de Langreo (Asturias). En ese libro se recogieron los cuentos ganadores y seleccionados en el Certamen Internacional Art Nalón Letras 2003, Cuentos cortos, cortos. Cortísimos, no más de tres páginas para narrar una historia. Figúrate si hace tiempo, que entonces aún me consideraban joven los organizadores del concurso, David. Ahí, en ese libro, están dos relatos tuyos: De piratas y ladrones y Almoneda, y después, unos cuantos cuentos más, un pequeño relato mío, Algunas cosas. Figúrate si hace años David, que entonces no me molestaba ver mi año de nacimiento junto a mi nombre. Hoy se me antoja un descaro. O será que los años se me escapan y me da miedo. Mala cosa, el miedo. Qué cosas tiene la vida.

Años después, en 2013, nos volvimos a encontrar y el culpable, de nuevo, la tuvo un libro: El baile de las lagartijas. Una novela entera escrita por ti. Miguel Navarro de COPE Peñaranda nos llevó tu novela al Centro de Desarrollo Sociocultural. Yo había olvidado tus cuentos. Pero entonces, tras leer El baile... me acordé, cómo es la vida. Y releí Almoneda.  En noviembre de ese año, en Café con autor, presentaste tu libro y participaste en una Biblioteca Humana con lectores. Entonces no te dije nada; me guardé mi pequeño secreto. ¿Acaso el suceso surrealista de aquella Almoneda fue el germen de la historia que narras en El baile de las lagartijas? Una novela que se alzó con el Premio Internacional de Novela Ciudad de Valencia Vicente Blasco Ibáñez, 2009.

Han tenido que pasar tres años más para que volvamos a encontrarnos y, esta vez con una coincidencia afortunada: sigo un reto de lectura en el que uno de los requisitos es leer la obra de unescritor de mi ciudad. Gracias a ti y a la editorial por enviarme el libro junto con un completo dosier que no he leído hasta ahora (tras terminar la lectura de la novela, antes, no quería saber nada, nada, nada). De nuevo, tras leer La mejor de las vidas, (Harper Collins Ibérica), he regresado a aquellos cuentos tuyos, y al titulado De piratas y ladrones. El protagonista pasa por la misma situación que Nicolás: qué terrible es que tu primer amor falte a la cita. A esa tan importante en la que los dos debíais huir a Australia. Qué horrible es volver a la playa y darte cuenta de que alguien ocupa un lugar que creíste tuyo, que ahora es él el que juega con ella a robarle besos y sonrisas. Como un vulgar bucanero.  Como una pirata sin corazón.

Nicolás se marcha a Cambridge a estudiar, escapando de una asfixiante y triste situación familiar; allí conoce a Pierre, un parisino que despierta en él admiración por su educación, sus valores y su atractivo, y a Ella, una chica danesa, excéntrica y hermosa. Los tres se unirán con el invisible hilo de los secretos, el dolor, la amistad y el amor. El paisaje de la novela trascurre en varios lugares; además de la atmósfera azul de Cambridge, están la luna de Roma, los canales de Ámsterdam, la belleza en un apartamento de París y los colores de África. Me gustan las bicicletas que salen en ella. Bicicletas azules y mujeres jóvenes, al lado de un canal, en un parque, sobre un césped pistacho. Con la cesta llena de flores y libros de poemas. Se me antoja que La mejor de las vidas es una novela/cesta que transporta versos y arrayanes:

La vida es solo un accidente.

Las estanterías corrían largas y silenciosas, llenas de pájaros deseando ser adoptados.

Cambridge era una paleta de vidrio y piedra. Un arcoíris velado.

Recordarás aquel atardecer en el Trastévere. Sus calles empedradas, alimentadas por el eco de parejas solitarias, mestizas.

Era el tiempo del color indeterminado en las nubes. Entre el azul y el gris, casi verde. 

Todo es un milagro.

Pero esta novela/cesta (si se me permite la licencia) acarrea también películas, otras novelas, música, fragilidad. Qué jóvenes son los protagonistas principales, qué frágiles son los secundarios. Cuánta debilidad hay en el amor. Cuánta fuerza. Esta es una paradoja que se aprende o no, no importa los años que uno tenga. Sí, la vida es una hija de puta, ya lo dice el abuelo de Nico. Pero también es una chispa de inmortalidad envuelta en una mirada cereza.

David, tú y yo nacimos en la misma ciudad, con años de diferencia, y no sé si acostumbras a pasear Salamanca, si te acercas al puente de piedra y miras al cielo para descubrir las bandadas de pájaros, la estela de un avión o una nube que parece un bergantín. La otra tarde, circulaba por él una chica muy joven, de pelo rizado con mechas verdeazuladas, ojos extraños, vestida con una falda vaporosa. Iba sobre una bicicleta. No te lo vas a creer. La bicicleta era azul y la rueda delantera estaba parcialmente cubierta con restos de sargazos. No sé si la bicicleta era holandesa, ni sé la nacionalidad de la muchacha, pero la bici tenía una pequeña cesta de mimbre. Cuando llegó a mi altura pude ver una maceta con flores malvas y un libro. Me pareció El gran Gatsby, sin embargo, a esa distancia no podría asegurarlo. La rodeaba un halo cinematográfico de película italiana. Era como si el destino y el objetivo finales del paseo en bicicleta fuese darse un baño en la  fontana di Trevi


Hasta el próximo encuentro, David. 

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