Como propósito de 2018, me propongo darle vida a mi blog. Sacarlo del letargo. Hay cosas por ahí que pueden vivir, de nuevo, en él. Como las reseñas de novedades que realizo para la revista Mi Biblioteca, de la Fundación Alonso Quijano.
Esta, se publicó en el número 50, un número muy especial y una reseña de un libro muy especial: La vida negociable, de Luis Landero (Tusquets).
Es verdad que la
vida no me ha dado apenas ocasión de demostrar mi valía, y que mis cualidades
innatas todavía no han salido a la luz, y que quizá al final toda mi genialidad
se quede en nada, pero yo por ahora me reafirmo en lo mío.
Es
esta la tragedia de Hugo Bayo, la que se despliega ante nosotros transmitida
por él mismo: creerse genial e incomprendido, mientras aguarda un futuro
siempre mejor que el presente e inventa quimeras y ficciones que apoyan su
teoría vital. La voz de Hugo es quien nos guía, desde su infancia y el
descubrimiento del secreto materno, hasta alcanzar la cuarentena, la hipotética
edad madura. No es así en su caso. Bayo se muestra infantil, egoísta, mentiroso
y cruel, muy cruel, incluso con ciertos rasgos de personalidad psicópata. Es
capaz de hacer cualquier cosa para lograr sus objetivos, pero estos son
volubles como sus caprichos, así que no le sirve de mucho chantajear, trampear,
robar o fabular.
No
es un relato cómodo al lector: el protagonista se antoja odioso, a medida que transcurren
los años, sus justificaciones se quedan cojas, pobres de contenido,
absurdamente malvadas. Pero es que además (y esto es lo que realmente resulta
perturbador), la capacidad de negociar con las circunstancias de su vida,
circunstancias que él mismo precipita o causa, nos recuerda nuestras propias
negociaciones. ¿Quién no ha soslayado un error de bulto, o ha pasado por alto
una ofensa cometida contra alguien querido con tal de sentirse mejor, más
bueno, merecedor de que, a su vez, le quieran? ¿Quién, alguna vez, en algún
momento, no se ha sentido menospreciado, injustamente tratado, pese a que
quizá, la culpa fue sólo y exclusivamente suya? ¿Quién, ante un fracaso
producido por pereza o tibieza, no se ha dicho, no soy yo, es el mundo que
está contra mí? El ser humano posee los resortes necesarios para ir
esquivando y olvidando sus propios errores, porque así puede seguir viviendo
pese a (casi) todo. Hugo Bayo negocia hasta la extenuación en este ejercicio
literario llevado al límite, pero el lector encuentra ecos propios que le
disgustan.
No
es fácil llevar a buen puerto una narración con un personaje de este jaez. Y,
sin embargo, el novelista avezado que es Luis Landero lo consigue con
solvencia. El lector no siente ninguna empatía hacia Hugo Bayo, pero no puede
dejar de leer: primero, porque sus peripecias resultan entretenidas,
fascinantes y casi morbosas en su degradación; y luego porque la prosa de
Landero es, como siempre, magnífica. Poética y afilada cuando toca;
continuamente exacta y rica en sus matices.
La vida
negociable
es el relato de la corrupción de una vida, la del pobre diablo, peligroso,
violento, infantiloide y encantador de serpientes que es Hugo Bayo. Imprescindible.
Tenía la vaga
intuición de que algo esencial estaba ocurriendo en mi vida, y de que justo esa
tarde había empezado a decirle adiós a los últimos vestigios de mi niñez. Y
quién sabe si ahora empezarían a salir a la luz las grandes cualidades secretas
que había dentro de mí.
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